El secreto de los grandes generales aplicado al mundo laboral




Se dice que un buen general, con una buena estrategia, puede ganarle a ejércitos dos y hasta tres veces más grandes que el suyo. La historia nos muestra unos pocos generales que lograron lo que otros ni siquiera se han atrevido a soñar: ganarle a ejércitos hasta 10 veces más grandes que los suyos. ¿Qué tenían Napoleón, Pancho Villa, Alejandro el Grande, Julio Cesar o Edwin Rommel en común? Que actuaban en la línea de batalla. Los generales comunes, con el pretexto de ser la cabeza, actuaban desde la loma, dando las órdenes y aplicando estrategias. Los que hemos nombrado estaban, codo a codo con sus soldados en la línea de batalla. Esa audacia se trasmitía a todo el ejército. Todo el mundo admira al audaz; nadie al timorato. Lo que une a estos generales extraordinarios no son habilidades o conocimientos misteriosos, sino una cualidad de carácter, un temperamento. La decisión de actuar en la línea de batalla.

Si nos vamos a tiempos actuales, el liderazgo no se genera en las oficinas. Si usted, digamos, le pide a su gente que se quede toda la noche trabajando por alguna situación inesperada, puede tener dos actitudes: actúe como el general promedio y váyase en algún momento y llame a ciertos intervalos durante la noche para preguntar “¿cómo van?”. De esta manera, van a ser muy contadas las veces que usted le pueda pedir ese esfuerzo extraordinario a su gente. Después de todo, podrían decir: “Claro, como él si se va a dormir a su casa, no le importa que nosotros nos quedemos acá”. Los generales que dirigen desde la retaguardia o el cuartel jamás inspiran ni generan liderazgo.

Pero ¿por qué no actuar como esos generales extraordinarios? Si después de pedirle a su gente que se quede toda la noche usted remanga su camisa y se queda a ayudarlos; puede hasta invitar unas pizzas para la cena… nadie se va a quejar y hasta generará una admiración por ese jefe que “se faja junto con nosotros”. Si usted pide esfuerzos extraordinarios, tendrá que hacer esos mismos esfuerzos junto con su gente… así se genera el liderazgo.

La audacia también se proyecta en todo lo que usted haga. El gesto audaz lo hace aparecer más grande y poderoso de lo realmente es. Con ese gesto audaz, usted establece un precedente. La audacia también lo distingue del rebaño. La gente no puede apartar la mirada de los audaces. Los admira, les teme y se sienten ansiosos de observar su siguiente audacia.

La mayoría de la gente es tímida. Quieren evitar tensiones y conflictos. No les gusta arriesgarse. Cuando llegan a tener puestos de autoridad, no les gusta hacer tareas que consideran inferiores. Mucha gente fantasea con realizar audacias; pero casi nunca las llevan a cabo: Tiene terror a las consecuencias, lo que podrían pensar de ellos, las hostilidades que puedan generar si se atreven a ir más allá de “lo normal”.

Si la cabeza de grupo es miedosa, el grupo irremediablemente se contaminará y no será efectivo. Si la cabeza del grupo sólo hace "lo que le corresponde", los demás actuarán de la misma forma.

Las empresas grandes, trasnacionales, han crecido y han establecido sistemas y procedimientos para que cada quien haga, solamente, lo que le toca. Cuando aparece ese jefe que se involucra y hace más que los demás, que predica con el ejemplo, arrastra a toda su área a cosas extraordinarias.

En las empresas de menor tamaño, no son pocas las situaciones en que el esfuerzo extraordinario se requiere para sacar adelante un gran proyecto... o para solucionar un bran problema.  Quejarse e instar a la gente a dar más, y quejarse que "no se ponen la camiseta" es contraproducente. Sea todo lo contrario: Infunda valor a sus tropas con actos, no con palabras. Que vean que se esfuerza más que nadie, sigue normas más estrictas, toma decisiones difíciles, corre riesgos… eso inspirará y unirá al grupo. Practique lo que predica.

Un líder audaz se pone al frente y propaga energía y seguridad. Esa persona no necesita gritar y presionar a la gente; sus subordinados la siguen de buena gana por ser fuerte e inspiradora… los arrastra.

Los títulos académicos o los apellidos no generan respeto, por mucho que la gente crea lo contrario. Sólo con sus actos puede demostrar lo que vale. En una cultura en la que sobran los títulos académicos o de organigrama, destacará como una persona auténtica y digna de respeto.

El liderazgo no se genera en la oficina. Tiene que hacer parte de su rutina el ir por las oficinas o línea de producción, charlar con sus colaboradores y escucharlos. Eso hará más por su liderazgo que todos los títulos académicos o el puesto que usted ocupe en la empresa.

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