La importancia de tener una meta
La mayoría de
la gente no tiene una meta; aunque cree tenerla.
Es una frase
un tanto extraña; pero después de explicarme estoy seguro que estará de acuerdo
conmigo.
En 1998, comencé a dar cursos de
liderazgo. Al principio, como muchos instructores, mi preparación consistió en
tomar algunos cursos de liderazgo, leer libros del tema y de ahí hacer el curso
con un sincretismo de toda esta información.
El problema surgió cuando quise
aplicar estas teorías en la vida real, con mis colaboradores. Mucho de lo que se
dice y escribe de liderazgo no son más que palabras bonitas y buenos deseos… y
me tocó aprenderlo por las malas. Con la idea de hacer mis cursos más realistas,
empezó lo que al final se convertiría en un libro.
Uno de los tópicos principales era
el tema de las metas personales. Nosotros hemos realizado una encuesta en
diferentes países de América y Europa y los resultados siempre salen muy
similares. La pregunta es: ¿Cuál es su
meta en la vida? La respuesta es muy reveladora: Ocho de cada 10 responden:
“Ser feliz” “Tener éxito”, o algo similar. La segunda pregunta es: Ser feliz… ¿cómo?, ¿siendo qué? ¿Dedicándose
a qué? Ahí vienen los problemas. La mitad de los encuestados contestan lo
primero que les viene a la mente y la otra mitad sinceramente contesta: “No sé, sólo quiero ser feliz”.
Gracias a que es común este estado
de ánimo, es decir, todo mundo quiere ser feliz o tener éxito; pero pocos saben
cómo, es que hay necesidad de la figura del líder. Siguen a esa persona que
parece que les va a llevar a esa felicidad tan anhelada y que parece que sí
sabe cómo hacerlo. Si todos tuvieran una meta clara y supieran que hacer, no
habría necesidad del líder.
Tener una meta, o visión de futuro, es vital no sólo para las
personas, sino para las empresas y las naciones.
Hablando de estas últimas, sobran los ejemplos: Tomemos a
Grecia. Ya no es la Grecia de Aristóteles y Platón, ya no es aquella que
lideraba las ciencias y las artes; pero sigue en el mismo lugar geográfico,
bañada por las mismas costas… ¿qué cambió? Que hace 2,500 años los griegos
tenían muy clara su visión de futuro y la reflejaban en obras magníficas, sus
habitantes estaban tan conscientes de ella que no dudaban en seguirla. Roma,
Egipto, Inglaterra son otro ejemplo de ello. Cuando la visión que tiene una
nación de su futuro se diluye, también se diluye la fuerza que las convierte en
grandes y empieza la decadencia. No son los recursos naturales ni la raza lo
que define la grandeza de un país, es la visión de futuro la que conjunta la
fuerza y voluntad de sus ciudadanos la que genera grandeza.
En el caso de los individuos, hay estudios que demuestran que
los alumnos que tienen claro lo que quieren ser de grandes tienen mejor
aprovechamiento que los que no tienen claro qué quieren para su futuro.
Cada uno de nosotros estructura sus pensamientos de manera
diferente; tenemos diferentes preferencias acerca del modo de comportarnos, y
cada uno de nosotros tiene prioridades diferentes. Hay personas que les
interesa adquirir conocimiento, hay personas de acción, hay quien le interesa
en primer lugar las cosas materiales. La pregunta fundamental es ¿para qué?: ¿Para
qué quiero más conocimientos? ¿Para qué quiero comprar o poseer tal o cual
cosa? ¿Para qué quiero hacer esto? Decía Nietzsche: “quien tiene un para qué,
encontrará casi siempre el cómo.”
Las metas se clasifican en cinco tipos principales: Tener u
obtener, hacer, conocer, relacionarse, y la última, para la cual deben estar
orientadas las primeras cuatro: ser. Entonces, usted podría preguntarse
¿por qué ser feliz no es una meta,
si viene el SER? Porque no es específico… ser feliz… ¿cómo? ¿Siendo qué?
¿Dedicándose a qué? Ser feliz es más un deseo que una meta.
¿Cómo saber si es una meta o no? Hay varios aspectos que nos
ayudarán a clarificarlo:
a)
Tiene que poder expresarla en una oración corta. Escriba su visión. Si usó dos párrafos para
describirla, quiere decir que no la tiene muy clara. Mientras más específica
sea su meta, más posibilidades tendrá de lograrla.
b)
Tiene que hacerlo feliz. Aquí no valen expresiones del tipo: “Es la cruz que
me tocó cargar”. Tiene que desear hacerlo y llegar a esa situación tiene que
tener esta carga emocional de satisfacción y felicidad.
c)
Tiene que ser del dueño. No vale ser algo porque: “Mi papá siempre quiso que
yo fuera…” Qué es lo que usted quiere
para su futuro es lo que cuenta aquí.
d)
Tiene que ser realizable. No hablo acá del tamaño de su visión, sino de la
factibilidad de ésta. Si yo digo “Quiero ser rey de Inglaterra”, pues
probablemente ni volviendo a nacer…
e)
Preferiblemente que sea de largo plazo. Las visiones de largo plazo (5 a 10 años) nos
permiten realizar un proceso de cambio necesario para su consecución. Aclaro:
Hay metas de corto, mediano y largo plazo; pero acá nos interesan las de largo
plazo, las grandes, LA Meta.
f)
Exprésela en positivo. La mente no acepta negativos. ¿Le ha ocurrido alguna
vez que dice algo como: “hoy no voy a comer pan”? ¿qué ocurre ese día? Si bien
probablemente pudo cumplir ese propósito, todo el día pensó en pan. Hubiera
sido mejor decir: Hoy voy a comer una rica ensalada.
Si cumplimos con estos requisitos, ya dimos el primer paso.
La gran mayoría de la gente no llega hasta acá.
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