La importancia de tener una meta

 


En el 2012, cuando estaba proyectando el libro "El arte del éxito y el poder del liderazgo", decidimos hacer una serie de encuenstas y estudios en 8 diferentes países en dos continentes diferentes- La idea era que los resultados nos guiaran para hacer un libro que no fuera solamente válido para México, o países de América Latina, sino que fuera igualmente válido para cualquier persona, sin importar el país en donde viviera o la cultura a la que representara.

Uno de los resultados más reveladores fue en una de las encuestas referentes a las metas. Ante la pregunta: "¿Cuál es tu meta en la vida?" El resultado fue que 8 de cada 10 encuestados respondió: "Ser feliz", "estar mejor", "tener una vida plena" o algo por el estilo. Donde venía el atorón era en la segunda pregunta: "Ser feliz... ¿Cómo? ¿haciendo, qué? ¿En dónde?... Una parte de los encuestados improvisaban lo primero que se les venía a la mente; pero una buena parte contestaba: "No sé. yo quiero ser feliz/estar mejor/tener una vida plena; pero no sé...

Esto, para desgracia de muchos, no es una meta. Pero es un estado común. Muchos van por la vida como “nadando de a muertito”, es decir, a donde los lleve la corriente. A veces, la corriente les puede llevar a un lugar más o menos agradable; pero muchas veces esta corriente los lleva a circunstancias y entornos que no les agradan para nada; pero la gente se alza de hombros y dice: “así es la vida. No tuve suerte”. Esta es la reacción de la gente que no tiene metas claras. La suerte nos la forjamos nosotros mismos, si nuestras acciones están orientadas hacia un objetivo.

 Los ingleses tienen un refrán: "Para el barco que no tiene un destino, ningún viento le es favorable". Y es por eso que mucha gente pareciera que no tiene un rumbo claro, sólo toma las oportunidades que les van apareciendo; aunqe muchas veces esas oportunidades no tienen nada que ver con el camino que venían siguiendo, y más aún, a veces tomas opciones que ni siquiera les gustan.

Hace un par de años, conocí a un colega instructor en Centroamérica. Como estuve dando cursos tres semanas, tuvimos ocasión de entablar conversación varias veces. En una ocasión me contó: “Me voy a casar”. Probablemente mi contestación no fue la que él esperaba, porque se vio visiblemente turbado cuando le dije: “¿Y por qué te vas a casar?”. Después de meditarlo un par de segundos, me contestó: “Bueno, es que ya llevo cinco años con mi novia, y creo que este es el paso siguiente”. No lo he vuelto a ver; pero sinceramente no creo que le vaya a ir muy bien en su matrimonio si esa es la razón que tenía para casarse… esa no es la respuesta correcta. Igual pasa cuando alguien dice que se va a cambiar de trabajo, porque otra empresa le está ofreciendo un mejor sueldo. Esa no es razón suficiente para cambiarse de trabajo, aunque para el 80% de la gente sí lo sea. ¿Este nuevo trabajo está orientado a su meta de vida? ¿Le brinda mejores oportunidades de desarrollo? Si la respuesta a esas dos preguntas es sí, entonces se justifica el cambio; pero si la única razón es el dinero, entonces estamos ante una persona que va nadando de a muertito.

¿Nunca ha pensado en la meta? Es de vital importancia. De otra manera, todos nuestros esfuerzos van en distintas direcciones y sin rumbo. Imagínese en 10 años. ¿A dónde le gustaría estar? ¿En qué circunstancias? Si le cuesta trabajo imaginarse a sí mismo, piense en una persona que está en una circunstancia en la que usted le encantaría estar.

Solamente si usted tiene una meta clara, podrá usted ser el dueño de su destino. Si usted es el dueño de su destino, entonces estará en posibilidades de dirigir los destinos de los demás.


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